Comentario
CAPITULO II
De su arte y ejercicio militar
Y para que mejor nos demos a entender, será razón se haga mención de su arte y ejercicio militar, que, aunque bárbaros y no guiados enteramente por razón, los tuvieron en su ser y modo de gobierno, en sus reencuentros y peleas, acometiendo y retirándose a sus tiempos, conforme a las ocasiones que se ofrecían. Diremos ante todas cosas de la manera de sus armas ofensivas y defensivas que generalmente usaban, con las cuales peleaban y combatían a sus enemigos.
La primera arma que usaron fueron arcos y flechas, con que mataban las cazas con que se sustentaban. Usaron, asimismo, hondas en las guerras y vardaseos, todos de más de una braza y media, arrojados con amientos de palo, que son a manera de gorguses y azagayas o dardos, los cuales tiraban con tan gran fuerza que hacían notable daño, porque tenían todos por hierros puntas de varantos, que son tan fuertes como si fueran de acero, o puntas de espinas de pescado, o puntas de cobre o pedernal, y de lo mismo eran las saetas y flechas que los arcos despendían. Usaban porras de palo muy fuertes y pesadas, que llamaban macanas, y espadas de pedernal agudas y cortadoras. Usaban de rodelas recias con que se escudaban y de fosas y cabas con que se aprovechaban y de albarradas; para su defensa buscaban lugares fuertes, aguajes. Usaban de emboscadas muy sotiles y engañosas para sus enemigos y otras celadas, y si podían por los pasajes forzosos cavaban la tierra y ponían estacas puntiagudas hacia arriba dentro, y las tornaban a cubrir con tierra, a manera de trampas; con el cual engaño mataban innumerables gentes cuando salían con ello. Emponzoñaban las aguas de los ríos y fuentes para que los contrarios bebieran de ellas y muriesen. Hacían sus asaltos de noche, a deshora, en los reales de sus enemigos. Peleaban desnudos y embijados la mayor parte de ellos con tiznes y otras colores. Algunas gentes destas de más posibilidad, ansí mexicanos [como] acolhuaques y tlaxcaltecas, usaban de unos sacos estofados de algodón y pasados, de nudillo, a manera de cueros. Usaban divisas de animalías fieras: de tigre y leones, de osos y lobos y de águilas cabdales, guarnecidas de oro y plumería verde de mucha estima y valor. Todo labrado y compuesto con mucha sutileza y primor.
Solían llevar a las guerras muchas riquezas de joyas de oro y plumería muy preciada y muy ricos atavíos, según su modo. Peleaban por sus escuadrones apesgados, y no por la orden nuestra. Salía una cuadrilla de un puesto contra otro, que salía del contrario. En medio del campo se encontraban uno contra otro con el mayor furor e ímpetu que podían, llevando de encuentro el batallón que menos fuerte era. Ansí como unos y los otros bandos conocían la flaqueza de los suyos, salía otro escuadrón de refresco al socorro contra los que más podían hasta que los hacían retraer. De este modo sobresalían otros escuadrones de nuevo hasta que se trababa gran batalla, aunque siempre había gente de socorro de todas partes, según la orden de los generales y más astutos capitanes en la guerra, hasta que conocidamente iba la guerra de tropel vencida o desbaratada y conocidamente se veía el vencimiento, porque a este tiempo se conocía la ventaja de alguna de las partes. Cuando había esta ruptura unas veces iban tras los unos y otras tras los otros, hasta que se iba ganando tierra. Y aquellos que más ganaban apellidaban ¡victoria! a grandes voces, invocando a sus dioses con más ánimo y fuerza los vencedores y seguían los alcances y prendían y cautivaban los que podían. Este era su principal despojo y victoria: prender a muchos para sacrificar a sus ídolos, que era su principal intento, y por comerse unos a otros, como se comían, y tenían por mayor hazaña prender que matar. Y esto era en las continuas guerras, aunque sucedían escaramuzas de mucha ventura muchas veces, fingiendo alguna huída de industria y ardid de guerra, se salían de través algunas celadas que hacían mortal daño a sus enemigos.
Mas cuando iban a ganar o [a] conquistar algunas provincias, o les venían a entrar por algunas partes de la tierra que poseían y señoreaban, peleaban de otra manera y con otra resistencia hasta que escalaban a viva fuerza y saqueaban las tales provincias y pueblos, quemando y matando y asolando las casas si no se les querían buenamente dar. Y [con] esta orden que tenían de guerra, como antes hemos referido, siempre iban ganando tierra sin volver atrás, si no era cuando hallaban gran pujanza de fuerza y resistencia, que por esta ocasión volvían las espaldas al enemigo. Aunque atrás puse por figura que no llevaban orden en sus guerras, hase de entender según nuestro modo; que entre ellos orden era, pues tenían sus caudillos que los gobernaban en las cosas de guerra, cómo y de qué manera habían de salir y entrar en ellas y con qué orden y concierto, y llevando esta orden por escuadrones de ciento en ciento y de más o de menos, haciendo grande alarido los unos escuadrones en seguimiento de los otros, teniendo bocinas y trompetas hechas de madera, bailando y cantando cantares de guerra, y animando a sus comilitones con grande gritería y más y mayores voces y gritos en el tiempo en que se daba el combate, tocando sus atambores y caracoles y trompetas, que hacían extraño ruido y estruendo, y no poco espanto en sus corazones frágiles e inusitados de esta milicia con los golpes de las rodelas y macanas, acompañados de la inmensa gritería.
Este era el modo de sus peleas y combates con tiros de piedras y saetas y dardos hasta que venían a las manos y a los porrazos y macanazos, y con las espadas de pedernal daban mortales heridas y cuchilladas, aunque el día de hoy no han quedado más armas que arcos y flechas, las cuales usan los chichimecas y toda la tierra nueva de Cíbola. Gran Quivira, Señora y las demás provincias que llamaron de las Siete Ciudades, que fue la entrada que hizo Francisco Vázquez Coronado, y toda la tierra que llaman de la Florida. Los cuales arcos y flechas es la más terrible arma que las gentes bárbaras pueden usar. Esta debió de ser la primera y más antigua arma que hubo en el mundo y la que los primeros hombres homicidas inventaron, que tan cruel y mortal daño hace y ha hecho. Y ansí, lo usan los turcos desde su origen hasta estos nuestros tiempos, y también sé que lo usaron los griegos y troyanos. Por donde se debe colegir que no debió de ser en solas estas naciones habitadoras de este nuevo mundo donde la usaron.